Cuando he visto la viñeta, que más que viñeta es una obra de
arte, de Paco Catalán, como siempre me
ha hecho reflexionar, es este caso sobre la muerte digna.
En Andalucía existe la
Ley 2/2010, de 8 de abril, de Derechos y Garantías de la Dignidad de la
Persona en el Proceso de la Muerte. He extraído del documento “Marco ético
Informe del Comité de Bioética de Andalucía: Ética y Muerte Digna” el siguiente
extracto:
“La muerte forma parte de la vida. Morir constituye el acto
final de la biografía personal de cada ser humano, y no puede ser separada de
aquella como algo distinto. Por tanto, el imperativo de la vida digna alcanza
también a la muerte. Una vida digna requiere una muerte digna”
Podemos decir que todos aspiramos a vivir el máximo de tiempo
y con una buena calidad de vida, y aunque sabemos que algún día nuestro tiempo
terminará deseamos que ese final sea rodeado de nuestros seres queridos y
sufriendo lo menos posible.
Los animales no tienen esa suerte, en la mayoría de los casos
ni su vida ni su muerte es digna. Muchos mueren como han vivido, solos,
ignorados, explotados, maltratados. Para algunos su vida es bastante corta,
mueren a los pocos días de nacer ya que no resultan “útiles”.
El toro de lidia nace con un destino marcado al igual que su piel,
su final es morir en el ruedo. Aunque
algunos defienden que se les da una buena vida hasta que son llevados a la
plaza, esto no es así. En las escuelas
taurinas los aprendices deben aprender a matar y para ello practican con
becerros, hemos visto imágenes grabadas en escuelas taurinas y becerradas,
donde vemos como tratan a una animal no más grande que un mastín, para ellos no
hay piedad ni compasión.
Insto a todos los que quieran informarse que visiten la web
de AVATMA donde están colgados numerosos informes veterinarios sobre el
sufrimiento de vaquillas, becerros y toros.
Me quiero centrar en
el tema de la viñeta. La muerte del toro no tiene nada de digna, de nuevo hago referencia a AVATMA y a las palabras
escritas por su presidente José Enrique Zaldívar Laguía.
Su lidia está terminando.
Le acaban de clavar el estoque.
Le han destrozado músculos, tendones, ligamentos,
nervios, arterias, venas, cartílagos y estructuras óseas, y ahí sigue, de pie,
resistiéndose a morir. Los puyazos y las banderillas, además, le han hecho
perder una importante cantidad de sangre.
Está agotado física y emocionalmente.
Está deshidratado, sediento, confuso, frustrado.
Sus ojos son incapaces de ver lo que ocurre a su alrededor.
La espada que tiene clavada está provocando el
efecto deseado, de una manera lenta pero letal.
Está agonizando, pero se resiste a doblar las manos
y darle el éxito al torero, al que le ha torturado durante esos interminables
minutos, en los que ha estado a su merced y a la de su cuadrilla en el
ruedo de la plaza.
Se han cansado de esperar y le van a descabellar
con esa espada que se ve a la izquierda, el verduguillo.
Le van a seccionar la médula espinal.
No sabemos si lo conseguirán a la primera, a la
segunda o a la décima intentona, pero caerá, y es entonces cuando esperará a
que le claven el cuchillo, la puntilla que le rematará, que acabará con ese
absurdo sufrimiento al que le han sometido, porque dicen que nació para eso,
porque para eso le criaron y porque forma parte de nuestra cultura.
Y ahí, muy cerca de donde agoniza, desde una
barrera de la plaza, personalizada con la palabra “veterinarios”, están los que
deberían defender su salud y su bienestar, que habrán sido testigos y cómplices
de su calvario; los que unas horas antes de que saliera por la puerta de
toriles a la arena de la plaza, certificaron que estaba sano y tenía el trapío
adecuado y reglamentado para ser torturado hasta la muerte.
Como vemos el concepto de muerte digna es muy
diferente según a la especie a la que se aplique. Para los humanos la muerte
digna implica que un ser vivo se encuentre gravemente enfermo y no haya
curación posible y tenga un final lo menos doloroso posible, para los animales
y en concreto para el toro de lidia, se le da muerte a un ser vivo que está
completamente sano, y una muerte cruenta , llena de dolor y sufrimiento, desde
su transporte hasta llegar a la plaza y la lidia en sí misma. Y su muerte no
resulta digna sino infame. Un ser vivo sano que termina muerto tras ser
torturado y es transportado en una grúa para introducirlo en un camión y
terminar en un matadero, para ser devorado después de muerto.
Margarita Zamudio León, bichitos en las ondas.
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